lunes, 27 de diciembre de 2010

HISTORIOGRAFÍA: Lumbierre

Desde la carretera que lleva de Graus a Barbastro, a la entrada del congosto de Olvena, sobre la presa del pantano Joaquín Costa o de Barasona, vemos, a ambos lados de la calzada, dos ermitas de estilo románico que vigilan desde lo alto de las dos laderas la entrada al estratégico desfiladero. Ambas han tenido distinta suerte con el paso del tiempo: a la derecha, bien conservada, hoy patrimonio mundial por las pinturas mudéjares de su coro, la ermita de San Román de Castro, junto al pueblo abandonado de ese nombre; a la izquierda, en ruinas, pero en lucha tenaz y resistente contra el tiempo, la ermita de San Martín de Lumbierre. A esta segunda vamos a referirnos en este artículo.
Hay que decir, en primer lugar, que la forma del topónimo es insegura: vacilante y variable en sus denominaciones escritas y aún más en las habladas. Se trata, casi con total seguridad, de un topónimo de origen vasco, procedente posiblemente de los términos “ilun” - con un significado relativo a “población o lugar” - y “berri” - cuyo significado es “nuevo” (1). De la forma Lomberres con que aparece en los documentos latinos ha pasado a las formas actuales Lumbierre, Lumberri, Lumbierri, Llumbierri o, en algunos pueblos de la zona, San Lumbierri. Aunque la iglesia que nos ha llegado esté dedicada -como tantas otras en la comarca ribagorzana- a San Martín, es ésta denominación inusual, siendo la más utilizada en los libros recientes la de Lumbierre, que haría referencia a un castillo y probablemente a un pueblo anterior a la actual y ruinosa construcción religiosa.
Acceder a ella no es del todo fácil en la actualidad. Desde Graus y en coche, la forma más rápida de llegar hasta el lugar es tomar la mencionada carretera a Barbastro y, alcanzado el cruce con la actual y más reciente que lleva de la ciudad del Vero a Benabarre, seguir ésta en dirección al norte y casi de inmediato, tras pasar la presa de Barasona, dejar el vehículo e iniciar, andando y campo a través, la ascensión hasta la ermita que siempre divisamos en lo alto guiando nuestros pasos (2). Casi en el arranque, después de saltar la valla protectora de la calzada y cruzar la cuneta, hay algunos mojones o hitos de montones de piedras que nos permiten no errar en el inicio. Como podemos, y viendo siempre arriba nuestro objetivo, en algo más de media hora de empinada cuesta, llegaremos a la ermita.
La contemplación del lugar y la maravillosa vista que desde él se divisa compensan el esfuerzo y las incomodidades del camino o, por mejor decir, de la falta de camino. Nos encontramos con una iglesia en ruinas, que, sin embargo, mantiene en pie su perímetro de planta rectangular con ábside, como siempre, orientado al este. La techumbre hace tiempo que se derrumbó, pero resisten por su solidez las cuatro paredes y el ábside. El mejor conservado es el muro cuyo exterior mira al norte; se mantiene casi íntegro -incluso puede adivinarse el arranque de la bóveda-, y su silueta, aún majestuosa, es visible desde la carretera en lo alto de la ladera. En un lado, cerca del ábside, conserva una espadaña, en medio de la cual se levanta un pilar que no llega a conectar con el centro de su arco. Casi bajo dicha espadaña, en esta pared norte y con caída en la escarpada roca, se abre una pequeña puerta de arco de medio punto. También de arco de medio punto es la puerta principal que se encuentra, sin embargo, en el lienzo occidental, el cual, como el septentrional, permanece en buen estado de conservación. El ábside en hemiciclo se mantiene prácticamente entero con una estrecha ventana de doble hendidura. El muro sur es el peor conservado, con una buena parte del mismo ya desaparecido. La obra es de buena cantería, con piedras regulares -no excesivamente grandes- y muy bien alineadas. La maleza, incluso algunos pinos y carrascas, se ha ido adueñando del interior del templo y también de su contorno exterior. Según los especialistas, estamos ante una iglesia románica construida en los siglos XII o XIII. Aunque si hacemos caso de un documento de 1150, redactado por un tal Juan “sacerdos de Lomberres”, posiblemente la ermita ya existiera a mediados del siglo XII. (3)
Las vistas desde el lugar son extraordinarias. Al sur, el inicio del impresionante congosto de Olvena, con sus estratos geológicos bien delimitados. Abajo y mirando al norte, como un lago natural, con su capacidad colmada en los inicios de verano, las remansadas aguas azules del pantano de Barasona en toda su integridad. Hacia el oeste, en la ladera de enfrente del desfiladero, el despoblado de Castro y su ermita de San Román, divisada desde el interior de Lumbierre en el marco de su puerta principal como una foto de postal; un poco más al norte, siguiendo la línea de occidente, La Puebla de Castro y su urbanización deslizando sus casas hacia la orilla del pantano. Algo más allá, la Peña del Morral, bajo la cual adivinamos la ubicación de Graus. En la lejanía del norte, el valle del Ésera y el magnífico telón de fondo de la majestuosa cordillera pirenaica. Al este, los campos cultivados del valle del Sarrón y los pueblos de Pueyo de Marguillén y Torres del Obispo. Abajo, casi enfrente, en un saliente que penetra en las aguas del pantano y confundidas sus arruinadas casas con el color de la tierra, el antiguo pueblo de Cancer. Y debajo de las aguas, sumergido pero presente en la toponimia popular y en la memoria de la comarca, el viejo Barasona.
Está documentada la existencia de un castillo en Lomberres o Lumbierre, emplazado tal vez en el mismo lugar donde hoy se halla la iglesia. Por su importancia estratégica, la fortaleza desempeñó un papel fundamental en la definitiva conquista de Graus en 1083. El rey Sancho Ramírez no quiso caer en lo que él consideraba un error de precipitación por parte de su padre Ramiro I, que encontró la muerte en su intento de conquistar la capital ribagorzana en 1063 (4). Por ello, recurrió a la estrategia de someter a un cerco asfixiante a la plaza grausina, conquistando antes los diferentes castillos que la circundaban y cerrando así los caminos que pudieran traer refuerzos desde el sur hasta la población ribagorzana como le había ocurrido, unos años antes y para su desgracia, a su progenitor. En esa táctica era fundamental la conquista de las fortalezas de Muñones, Lumbierre y Castro, que cerraran el acceso a Graus desde las importantes plazas árabes meridionales. Al parecer, el nuevo monarca recurrió también a la compra de traidores para apoderarse de los citados castillos. Al menos así sucedió en los de Muñones y Lumbierre, donde algunos moros convertidos al cristianismos facilitaron la labor de Sancho Ramírez que recompensó su colaboración. Así se desprende del documento de donación por parte del rey del “castrum quod vocitant Lomberres” a Gombaldo Giménez, en el que se señala que “de los hombres que hay poblados allí y en lo sucesivo pueblen, tú tendrás la mitad a tu propio alodio, y yo la otra mitad a mi señorío, exceptuados esos que nos sirvieron del castillo de Muñones y de Lumberres, que los volvieron al cristianismo, los llamados Banzo y Juan y Abieza y Pascual y María, mujer de Abieza, que sean ellos y toda su posteridad francos y libres e ingenuos, con todo su alodio o heredad que hoy tienen o en lo sucesivo pudieren coger, roturar, escalidar y comprar pudiesen en todos los términos del castro de Muñones y de Lumberres y de Capella” (5). Como vemos, gracias a estos infiltrados, citados por su nombre en el documento, los castillos de Muñones y de Lumbierre pasaron a manos del rey aragonés en 1079 y 1081, respectivamente. Poco después lo hizo el de Castro, y, en 1083, como fruta madura que cae de su árbol, cercada, aislada y sin poder recibir refuerzos por ninguna parte, la anhelada plaza de Graus pasó definitivamente a los dominios del rey Sancho Ramírez, quien, sin apenas derramar una gota de sangre, terminaba la empresa en la que su padre había dejado la suya.
A principios del siglo XII, aparece un tal Ximeno Garcés de Grustán como señor del castillo de Lumbierre, que, en 1177, el rey Alfonso el Batallador concede a Berenguer de Montañana, a su esposa Felicia y a sus sucesores, a cambio de su homenaje y de su juramento de fidelidad. En algunos documentos del siglo XIV, se encuentran referencias al señor Pedro Ximeno de Lomberres, pero a partir de ese momento se pierde toda pista documentada del lugar, que tal vez quedara pronto despoblado. Hay una leyenda, citada en una nota por Jorge Mur en su libro “Septembris” (6), que relaciona la despoblación de Lumbierre con el vecino pueblo de Pueyo de Marguillén: al parecer una influyente dama de esta localidad, llamada María Guillén -cuyo nombre permanecería hoy en el topónimo-, se habría llevado a Pueyo al cura de Lumbierre, quien habría arrastrado tras de sí a toda la población del lugar, que por ese motivo quedaría abandonado. Mi sorpresa fue grande cuando, al buscar información para escribir este artículo, algunas personas originarias de Pueyo me dijeron haber oído a sus padres referirse a la ermita de Lumbierre como la iglesieta de Pueyo y que recordaban cómo de niños, señalando a este lugar, los mayores les decían: “Mirad, allí estaba antes Pueyo”.
La ermita de San Martín de Lumbierre pertenece hoy al extenso municipio de Graus y representa otro ejemplo -tal vez de los más olvidados- de la riqueza patrimonial, artística y cultural de estas tierras, y un recuerdo, que asoma cada día sus ruinas al trasiego del presente, de algunos de los momentos importantes de nuestra Historia pasada. Sería lamentable que la olvidáramos del todo, dejando que se borraran por completo algunas de sus huellas aún visibles.

NOTAS:
(1) Hago esta interpretación tras consulta amablemente atendida por la Euskaltzaindia o Academia de la Lengua Vasca.
(2) Si subimos desde Huesca o Barbastro, hay que seguir siempre la carretera que lleva a Benabarre hasta poco después de superar la mencionada presa.
(3) “Ribagorça. Catalunya Romànica”. Jordi Boix Pociello y otros, Barcelona, 1998, pág. 69.
(4) Los importantes historiadores Antonio Durán Gudiol y Antonio Ubieto Arteta retrasan este hecho en varios años.
(5) Tomo la cita del libro de Antonio Ubieto Arteta, “Historia de Aragón. La formación territorial “, pág. 83.
(6) “Septembris”, Jorge Mur Laencuentra, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2003, págs. 36 y 37 y págs. 310 y 311 (Nota 15).

Fecha: 14-11-2004
Autor: Carlos Bravo Suárez

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CUADERNOS ALTOARAGONESES: Ermita de San Antón de Pano

Para llegar a este recoleto y sencillo testimonio de los inicios del reino aragonés, es necesario encaminarse a las tierras de Graus, a esa población que encierra toda su historia en los importantes títulos que posee (de Muy Noble y Muy Antigua Villa), que rememora su ubicación geográfica en su propio nombre (derivado de la palabra latina "gradus", cuyo significado es el de "puerto o paso estrecho") y que nos ofrece un rico muestrario del quehacer civilizador de sus generaciones… Un muestrario que incluye huellas de la actividad humana prehistórica, como lo demuestra el yacimiento arqueológico de Las Forcas en Graus, de la presencia de los romanos en Labitolosa y de lo que fueron los tiempos medievales en el espacio político tanto del condado cristiano de Ribagorza como del reino de Aragón.
Es precisamente ese momento del románico lombardo, penetrando en la Ribagorza, el que hoy nos interesa manifestado en unas pocas joyas medievales que se levantan en un radio no superior a diez kilómetros de la población grausina… Joyas que pueden ser el viejo monasterio de San Juan Bautista de Pano y el conjunto histórico de Fantova, con su torre del siglo XI. Y a una de esas singulares construcciones vamos a dedicar nuestra remembranza, por lo cual conviene que comencemos haciendo un ejercicio de documentarlo a la inversa: desde el último acto de protección hasta el más remoto. Será esa secuencia de documentos legales que contribuyen a explicarnos cómo las generaciones últimas han sentido la necesidad de preservar estos espacios notables.
El 26 de enero del año 2004 la consejera de Educación, Cultura y Deporte, la oscense Eva Almunia, firmaba un Orden por la que se completaba la declaración de Bien de Interés Cultural para un importante edificio altoaragonés: para la denominada «Ermita de San Antón (antiguo Monasterio de San Juan)» en Pano, término municipal de Graus (Huesca). La actuación del Gobierno de Aragón, cumpliendo lo dispuesto en la Disposición Transitoria Primera de la Ley 3/1999, de 10 de marzo, de Patrimonio Cultural Aragonés, era un paso más para adecuar la categoría de la protección del edificio al Catálogo monumental aragonés.
Este proceso era la consecuencia de la Resolución, firmada el 10 de julio de 2003 por el Director General de Patrimonio Cultural, para delimitar la conocida como Ermita de San Antón de Pano por ostentar en ese momento la categoría de Bien de Interés Cultural, categoría de Monumento. Una categoría que era el resultado de haber sido declarada Monumento histórico-artístico, de carácter nacional, mediante Real Decreto de 30 de noviembre de 1983 del Ministerio de Cultura, publicado en el Boletín Oficial del Estado de 14 de febrero de 1984. Éste era el origen de todo este proceso, la decisión de incluirlo en el catálogo patrimonial como Monumento Histórico Artístico Nacional en 1983. Desde entonces hasta el año 2004, habían pasado veintiún años y varias fórmulas para organizar su defensa jurídica desde el Monumento Nacional hasta ser considerado Bien de Interés Cultural.
Pero, a la vista de este largo proceso político, podemos preguntarnos cuáles eran los valores que entendía como singulares el legislador para proteger este edificio. Quizás su descripción, incluida en el texto publicado en el Boletín Oficial de Aragón, es interesante de recuperar y apuntar que se trataba "de una sencilla ermita románica construida en el s. XI, que perteneció al desaparecido Monasterio de San Juan Bautista de Pano". Más datos: que combinaba en su fábrica "el sillarejo con la mampostería y su planta, ligeramente irregular, consta de tres naves cubiertas con una bóveda de cañón articulada por arcos fajones y tres ábsides semicirculares cubiertos con bóvedas de horno. Cuenta con tres accesos, dos en el muro meridional y otro en el occidental, de los que sólo se encuentra abierto en la actualidad el del segundo tramo del lado meridional, junto al que aparece una ventana geminada".
Y junto a todo ello, destacaba esa decoración lombarda que se concentraba "en la parte alta de los ábsides, donde se desarrolla un friso de arquillos ciegos rematados por una banda de dientes de sierra", y que en "el interior de los muros absidiales aparecieron fragmentos de pinturas murales del s. XI con motivos principalmente geométricos y simbólicos, que fueron trasladados al Museo Diocesano de Barbastro", habiendo sido descubiertas en la década de 1970. Todo ello en un buen estado de conservación y rodeado de un espacio de protección alrededor de la ermita –lo que se conoce como el entorno- que se delimitaba para preservar el edificio románico "de posibles alteraciones ambientales que perturben su contemplación".
Este espacio de protección lo marca el legislador valorando la necesidad de no afectar los espacios colindantes, por su negativo efecto sobre el monumento, y por la necesidad de preservar su integración "en el paisaje y de relación con los elementos naturales y las visuales". De todo ello destacaba una idea clave: la rusticidad de su aparejo de mampostería se había mimetizado con el terreno de la meseta sobre la que se construyó. Y todo ello, para destacar un edificio del siglo XI que está ya en el límite de La Fueva con Ribagorza, no lejos de ese camino que desciende hasta la villa de Graus. Un edificio que nos ha llegado convertido en una humilde ermita, pero que en el pasado fue ni más ni menos que la iglesia del desaparecido monasterio de San Juan de Pano.
Un monasterio edificado hacia 1060, en los últimos momentos del reinado de Ramiro I de Aragón, por constructores de la zona que se mueven en cuadrillas y que han sido profundamente influenciados por la moda lombarda que se difunde desde el este catalán. Su historia intensa abarcará pocos años, quizás hasta la conquista de Graus acaecida dos décadas después de su construcción. Pero, lo que queda perenne es su vocación lombarda que preside todo el conjunto de una iglesia, colgada en la montaña, de planta basilical de tres naves que culminan en ábsides cubiertos por bóvedas de cuarto de esfera. Y, junto a esa vocación del primer románico, su dimensión de espacio abierto a todos los vientos se manifiesta en sus tres puertas: dos en el muro sur y una tercera en el muro de poniente, en cuyo trazado se evoca, como dice el amigo García Omedes, el estilo mozárabe de los arcos de herradura. Como se puede ver, razones no faltan para adentrarnos en el paisaje duro y hermoso de Ribagorza y descubrir el viejo monasterio que las gentes convirtieron en ermita, en una de esas ermitas que estaban cerca del cielo y que servían para acortar las distancias entre este valle de lágrimas y la paz eterna.

Fecha: 18-10-2009

domingo, 19 de diciembre de 2010

CUADERNOS ALTOARAGONESES: La ermita de San Clemente de la Tobeña

He dedicado mis dos últimos artículos en esta sección a las ermitas de San Gregorio y San Pedro de Sarrau, dos de las tres construcciones románicas de características similares que se encuentran en las proximidades del castillo ribagorzano de Fantova. Hoy voy a referirme a la tercera de estas construcciones: la ermita de San Clemente de la Tobeña.
La Tobeña pertenece al término de La Puebla de Fantova y, por lo tanto, al municipio de Graus. Es una antigua casa solariega que, pese a la importancia que sin duda tuvo en otro tiempo, hoy se utiliza como almacén agrícola. El edificio, situado en medio de unos campos de labor, conserva en relativo buen estado una llamativa torre de planta casi cuadrangular que data probablemente del siglo XVI. A unos quinientos metros de la casa, en una zona más boscosa, se encuentra la solitaria y pequeña ermita de San Clemente.
Hay ya referencias a los señores de la Tobeña en documentos medievales del siglo XIV. En el fogaje condal de 1385 aparecen citados Arsén, Ramón y Guillem de la Tobeña, este último como hijo del anterior. Como en tantos otros casos en la comarca, la casa disponía de su propia ermita, utilizada como oratorio privado y situada a poca distancia de la vivienda familiar.
La ermita de San Clemente de la Tobeña se encuentra a unos quince kilómetros de Graus. Aunque se puede acceder también desde el castillo de Fantova, la manera más fácil de llegar hasta ella en la actualidad es pasando por las pequeñas localidades de Bellestar y Colloliva. Desde Graus, hay que tomar la carretera A-139 en dirección al norte. A unos cinco kilómetros, en Las Ventas de Santa Lucía, es preciso desviarse a la derecha y, a escasos metros, seguir la pequeña carretera que lleva a Bellestar. Desde aquí, y también por carretera asfaltada, se llega a Colloliva. Al final de esta pequeña aldea en la que viven dos familias, arranca una pista de tierra que después de tres kilómetros nos deja en la ermita de San Clemente, situada a la derecha del camino. A escasamente medio kilómetro, se encuentra la casa de la Tobeña, de la que destaca, como se ha dicho, una airosa torre señorial de cuatro plantas.
La ermita de San Clemente ha sido recientemente objeto de algunos necesarios arreglos que embellecen su aspecto y consolidan la construcción. Tanto su contorno exterior como su espacio interior han sido cuidadosamente limpiados, se ha reforzado la techumbre y se ha reconstruido el arco de la espadaña que hacía tiempo se había desprendido. La ermita, de propiedad particular, resulta así bastante más acogedora y atractiva. Es una construcción de una sola nave de planta rectangular, con bóveda de cañón y ábside semicircular orientado canónicamente al este. El perfil semicircular de la bóveda y de los arcos absidal y presbiteral se muestra aquí ligeramente más apuntado que en las ermitas de San Gregorio y San Pedro de Sarrau, aunque en esta última se observa también un muy ligero apuntamiento.
Los sillares que forman sus muros son de bastante tamaño y aparecen alineados regularmente. La puerta es de arco de medio punto con gruesas dovelas de piedra toba y se abre en el extremo de poniente del muro meridional. La luz entra en la ermita a través de tres pequeñas ventanas: dos en el ábside -en el centro y en el lado sur- y otra en la pared oeste. Sobre esta última abertura se levanta una espadaña de un solo ojo cuyo arco de medio punto ha sido, como se ha dicho, reconstruido recientemente y protegido por un pequeño tejado a doble caída. Igual que en el caso de San Gregorio, donde esto se aprecia más claramente, esta parte occidental de la ermita parece ser algo posterior al resto. Probablemente, como ocurre en San Pedro de Sarrau, no hubiera espadaña en la construcción original de estas ermitas, que serían todavía más sencillas y rústicas en su forma primigenia.
Las paredes interiores de San Clemente de la Tobeña se observan hoy algo ennegrecidas. Al parecer, los carboneros que hacían carbón vegetal por la zona se refugiaban en la ermita y encendían fuego en ella para protegerse del frío. En algunas partes de su interior quedan algunos restos de pinturas en tonos rojizos, de época difícil de determinar. El suelo del templo ha quedado en tierra viva salvo la zona correspondiente al ábside que ha conservado sus antiguas losas. El tejado de la ermita es de losas de pizarra con caída a dos aguas.
Según los expertos en románico que han escrito sobre ellas, las ermitas de San Gregorio, San Pedro de Sarrau y San Clemente de la Tobeña datan probablemente del siglo XII o, como muy tarde, de principios del siglo XIII. La de San Clemente parece mostrar un mejor acabado y quizás fuera la última de todas ellas en ser edificada. No obstante, su similitud con la de San Gregorio es muy apreciable en casi todos los aspectos. San Pedro de Sarrau presenta algunas diferencias mayores con las otras dos y es, sin duda, la peor conservada y la que tiene mayor riesgo de deterioro en el futuro.
He querido con estos artículos consecutivos contribuir al conocimiento y la divulgación de estas tres pequeñas construcciones románicas situadas en las proximidades del castillo de Fantova. Son tres pequeñas muestras de un arte religioso y popular que tuvo su máxima expresión hace ya casi mil años y que hoy resisten al paso del tiempo, con mejor o peor fortuna, en algunos parajes bastante remotos y siempre solitarios del viejo condado de la Ribagorza.

Fecha publicación: 24-10-2010

martes, 14 de diciembre de 2010

Noticia: Veinte jóvenes devuelven su esplendor a la ermita de los Templarios de Grustán

Unas quince personas se sumaron ayer a la jornada de puertas abiertas del campo de trabajo Ermita de los Templarios de Grustán, en el municipio de Graus. Los veinte jóvenes participantes, procedentes de distintos lugares de España, abandonarán mañana, sábado, la localidad después de tres semanas de labores de arqueología, medio ambiente, acción social, turismo e investigación en la zona.
La conservación y acondicionamiento de la Ermita de San Miguel o de los Templarios de Grustán ha sido el principal cometido de los jóvenes participantes en el campo de trabajo de Graus de este año. Una propuesta que, en ediciones anteriores, también ha apostado por recuperar el patrimonio, en concreto, las fortificaciones medievales de Fantova, Panillo y Graus.


La limpieza del entorno de la ermita ha permitido dejar al descubierto las tumbas antropomorfas que rodean la edificación. También se han realizado prospecciones arqueológicas para estudiar la historia, la arquitectura y el entorno original del monumento. Los jóvenes han acondicionado, asimismo, las ruinas de la ermita de Los Templarios para su visita.
Durante la jornada de puertas abiertas de ayer, desarrollada entre las 11 y las 13,30 horas, los jóvenes y la dirección del campo explicaron a la quincena de asistentes las labores realizadas. Ubicada en la Ubaga de Grustán, la ermita de los templarios es una sólida iglesia románica de una nave, probablemente levantada en la primera mitad del siglo XII.
Las labores arqueológicas han estado guiadas por Julia Justes, mientras que el director del campo, Jorge Mur, ha sido el responsable tanto de los trabajos -en los Templarios y en otros entornos como el castillo de Fantova y el de Panillo-, como de las actividades de tiempo libre. Este campo de trabajo, desarrollado entre los días 20 de julio y 7 de agosto, ha estado organizado por el Ayuntamiento de Graus dentro del programa de Voluntariado y Solidaridad del Instituto Aragonés de la Juventud.

Información: Diario del AltoAragón
Fecha: 6-08-2010
Autora: Elena Fortuño

domingo, 28 de noviembre de 2010

CUADERNOS ALTOARAGONESES: La ermita de San Saturnino de Aguilar

La ermita de San Saturnino de Aguilar se encuentra situada en lo alto de un cerro rocoso de la sierra de los Aventales, a 1010 metros de altitud, en la margen izquierda del río Ésera. Llegar hasta ella en la actualidad no es del todo fácil. Es necesario ir primero hasta el pueblo ribagorzano de Aguilar, abandonado desde hace varias décadas, y desde allí andar al menos media hora en dirección al norte, siempre subiendo y sin ningún sendero marcado que pueda seguirse con seguridad. Es recomendable realizar la ascensión por la parte derecha del cerro, aun con riesgo de equivocarse y tener que rectificar en alguna ocasión el camino iniciado.
A Aguilar, situado a una altitud de 949 metros, se llega en aproximadamente una hora desde Santaliestra, por un bonito camino de herradura que transita entre bosques de pinos y carrascas. Se toma el sendero a la derecha de la carretera A-139 que sube desde Graus, a la salida de Santaliestra, poco después de pasar el restaurante de la localidad. Aguilar quedó despoblado en la década de los años setenta. Tenía una veintena de casas y englobaba las aldeas de Es Camps y de La Torre, denominadas aldeas de abajo y de arriba respectivamente. Pertenecía históricamente al municipio de Torroella de Aragón, que después pasó a formar parte de Graus, a cuyo municipio pertenece en la actualidad. Sin embargo, el pueblo más próximo y con mayor vinculación es Santaliestra, lugar al que fueron a vivir muchos de los habitantes de Aguilar cuando éste quedó despoblado.
Aunque resisten todavía al abandono, las casas de Aguilar van cayendo poco a poco en una ruina inevitable. Aguanta bien su iglesia parroquial, construcción de los siglos XVI y XVII, con una torre cuadrangular de tres cuerpos y un cementerio anexo. En su nave encalada se conservan dos filas de bancos de madera que tienen, escritos a mano, los nombres de las diferentes casas de la localidad. Desde la iglesia, bordeamos Aguilar dejando a nuestra derecha el barranco de Gabarrosa. A la salida del caserío en dirección al norte, dejaremos a nuestra izquierda la casa Cecilia, que fue reformada en 1828 según reza una inscripción de su fachada.
La ermita de San Saturnino se sitúa sobre un promontorio rocoso en la parte meridional de la estribación montañosa de alineación norte-sur que desciende desde el pico Galirón. Entre la ermita y el extremo sur del citado promontorio hay numerosos restos de construcciones anteriores. Todo ese espacio se halla ocupado por piedras diseminadas y agrupadas en diversos amontonamientos. Parece más que probable que, por su condición de defensa natural y de privilegiada atalaya con un amplísimo dominio visual hacia las tierras del sur, se hubiera levantado aquí alguna pequeña fortaleza medieval. Algunas personas nacidas en Aguilar comentan haber oído decir a sus antepasados que aquí estuvo en otro tiempo el antiguo pueblo, que más tarde sería trasladado un poco más al sur, en una zona algo más cómoda y cultivable. Como sabemos, este fenómeno se dio en varios lugares próximos cuando las condiciones defensivas dejaron de ser prioritarias a la hora de construir las pequeñas agrupaciones humanas de aquellos lejanos tiempos medievales.
El castillo de Aguilar, situado donde hoy se encuentra San Saturnino, se alinearía hacia el este con los vecinos de Abenozas, Torruella, Erdao, Fantova y Güel. Hacia el oeste, tiene muy próximas las ermitas de la Piedad de Santaliestra y San Martín de Caballera, donde se encontraban respectivamente el castillo de Santaliestra y el monasterio medieval de Esvu. En su magnífico trabajo "Tres despoblados del antiguo territorio petrarrubense (Arués, Caballera y El Mon)" ("Homenaje a Amigos del Serrablo", IEA, 1989), el recientemente fallecido y compañero de estas páginas Manuel Benito Moliner sitúa el llamado "castro pelato" -que la mayoría de historiadores identifica con el castillo del Mon de Perarrúa- como muy próximo a San Martín de Caballera, en la cabecera de barranco del Convento, ya en el núcleo deshabitado de Pallaruelo. Todos los elementos citados componen una tupida línea defensiva que marcaría una más que probable delimitación fronteriza en los inicios del siglo XI.
La ermita de San Saturnino de Aguilar ha resistido relativamente bien el paso de los tiempos para tratarse de una construcción levantada probablemente en el siglo XI. Es un edificio de planta rectangular con dos pequeñas naves laterales que le dan cierta forma de crucero. El ábside orientado preceptivamente al este tiene una sola ventana que no ocupa el centro absidal sino que se halla ligeramente desplazada al norte. Delante de la puerta de la ermita, de orientación meridional, se levantó posteriormente un pórtico con una segunda entrada de arcada renacentista abierta también al sur y con un gran ventanal que mira al oeste. Sobre este pórtico se levanta una espadaña de doble ojo. Curiosamente este añadido, que haría función de torre, se encuentra prácticamente el mismo nivel que la techumbre original de la ermita. El interior del templo está encalado y aún conserva sobre el altar una imagen del santo patrón.
Escasamente a un kilómetro más al norte de San Saturnino se encuentran los exiguos restos de otra construcción que, según me aseguran algunos de los antiguos habitantes de Aguilar, corresponden a la ermita llamada de San Andrés o San Andreu. Curiosamente las festividades de San Saturnino y San Andrés se celebran en los días 29 y 30 de noviembre respectivamente. Con frecuencia la ermita de San Saturnino aparece también denominada como de San Andrés. Es posible que en el pasado las dos ermitas estuvieran dedicadas cada una a un santo diferente y que, tras la ruina de la de San Andrés, se unificaran las dos advocaciones en la ermita de San Saturnino. Hay que decir que San Andrés era la segunda fiesta de Aguilar y que en ese día se subía en romería hasta la ermita de San Saturnino. El año 1972 fue el último en que tuvo lugar dicha celebración.
San Saturnino es un lugar espléndido. Sobre todo por su historia, pero también por sus vistas, que se extienden por el sur hasta el mismo Graus y cierran por el norte de manera impresionante las siluetas de Cotiella y de Posets. De los numerosos vestigios del pasado que en el paraje hubo sólo queda en pie la magnífica ermita de San Saturnino. Esperemos que sea capaz de seguir resistiendo con vigor el embate constante del paso de los tiempos.

Fecha publicación: 13-06-2010
Autor: Carlos Bravo Suárez

sábado, 13 de marzo de 2010

Castillo de Fantova. Fantova

El acceso se realiza yendo hacia Benasque por la A-139 y desviándonos en Las Ventas de Santa Lucía (5 km.) hacia La Puebla de Fantova por la HU-V-9331. Continuamos hacia Centenera y, unos 200 metros más adelante, cogeremos la pista asfaltada que lleva a Güel. En unos 4 km. más llegaremos a nuestro destino.


Se trata de un conjunto militar formado por una muralla perimetral, el torreón y la iglesia. También quedan a la vista una serie de tumbas antropomorfas y el aljibe que almacenaba el agua.

En el flanco este se encuentran los restos de la entrada al recinto, en forma de codo, para impedir un fácil acceso a los invasores.

Pero lo más interesante es la torre, una de las mejores obras realizadas por maestros lombardos en la comarca de la Ribagorza en el siglo XI. Torre circular de casi 20 m. de altura, se divide en cuatro plantas. La baja sirve de almacén, la primera sirve de acceso en altura, la segunda es la planta principal y sobre ella la planta defensiva, con varias almenas. La actual torre no correspondería con la antigua, ya que poseía cadalso de madera en lo alto y una cubierta cónica.


En su interior conserva una bóveda de arista, muy habitual en las construcciones lombardas, pero que normalmente no se usaba en edificios civiles como es el caso de este castillo.


La iglesia castrense de Santa Cecilia, consagrada en el año 960 por el obispo de Roda, fue objeto de numerosas reformas en el siglo XII. Hay que destacar que la planta está dotada de ábside y contraábside semicirculares, este último bajo la torre campanario y que se supone formaría parte del recinto amurallado.


El interior está enlucido y ambos ábsides se encuentran tabicados. La bóveda es apuntada y sujeta por arcos fajones que se funden en el muro.


A mediados del mes de mayo se realiza la romería de las Santas Reliquias, en la que se muestran diversas reliquias de santos y entre las que destaca un píxide relicario del siglo XIII.

Ermita de los Santos Juan y Pablo. Ejep

A 8 km. de Graus está Ejep. En primer lugar tenemos que partir hacia Benasque (A-139) y tomar el desvío hacia Panillo y el Valle de La Fueva (a 2 km. de Graus a la izquierda). Un poco más arriba nuevamente un desvío, pero en este caso a la derecha, llegará hasta Ejep pasando por Torre de Obato. Sobre el caserío veremos la ermita que dista unos 500 metros siguiendo la pista que llega hasta el depósito de agua.


Con una espléndida panorámica del valle del Ésera, la ermita de los Santos Juan y Pablo ha sufrido grandes remodelaciones. La primitiva románica todavía sobresale en los pies del templo, ya que en algún momento invirtieron su orientación litúrgica. En el ábside se abrió la puerta de entrada y sólo se conserva el arranque de uno de los laterales, igual que en el interior. Su construcción parece ser tardía, del siglo XIII.


Ermita de San Cristóbal. Juseu

Primero tenemos que llegar a Juseu. A 15 km. de Graus debemos coger la carretera hacia Benabarre (N-123A). Una vez pasado Torres del Obispo parte la carretera hacia Juseu (HU-V-9535). Se puede acceder a la ermita mediante todoterreno o a pie, siendo la distancia de unos 6 km. Caminando habrá que seguir los pasos del sendero GR-18 que lleva hacia el monte de Cogulla. En los mapas topográficos aparece señalizada.


A pesar de su estado ruinosos, podemos ver la planta rectangular con el ábside semicircular. El aparejo es sencillo a base de mampostería. El muro sur sigue en pie y en el interior se conserva la parte del arranque de la bóveda de cuarto de esfera que cubría la cabecera.


viernes, 12 de marzo de 2010

Capilla de Casa Sierra. Güel

Para llegar a esta casa de Güel tenemos que ir hasta la población de El Soler (tomar la carretera A-1605 y pasado Capella desviarnos hacia Torrelabad y El Soler). Una vez ahí hay que seguir la pista forestal que lleva a Güel. En unos 3 km. nos encontraremos la Casa Sierra y junto a ella la ermita.


Casi todas las casas dispersas de la población de Güel poseen una capilla ya que unas de otras distan cientos de metros y hasta kilómetros. Casa Sierra es una de ellas y conserva un pequeño oratorio recientemente restaurado con las características constructivas románicas. Es un habitáculo de planta rectangular con ábside semicircular, sujeto por recios contrafuertes al exterior.


Basílica de la Virgen de la Peña. Graus

El otro ejemplo con restos románico en Graus se localiza bajo la mole pétrea de la Peña del Morral. Excelente mirador del pueblo y de los valles del Ésera e Isábena, así como de algunos macizos pirenaicos, la basílica se encuentra en el mismo casco urbano de Graus, sobre el antiguo barrio de Abajo, más conocido como Barrichós.


En este caso, la basílica se debió construir sobre una edificación anterior medieval que dataría del siglo XIII, cuyos muros subsisten en su parte de poniente, visible tanto al exterior e interior por su clara diferencia en los sillares. En ese muro también se conserva un antiguo vano en alto, a modo de puerta, con arco de medio punto.


jueves, 11 de marzo de 2010

Ermita de San Saturnino. Aguilar

Aguilar es el pueblo del municipio situado más al norte. Abandonado, se localiza en una elevada terraza del valle del Ésera sobre la zona de Santaliestra. Por ello, para acceder tenemos que llegar hasta esta localidad que está a 14 km. de Graus (A-139). Ahí dejaremos el vehículo y, en la parte alta del pueblo, junto a la carretera, sale la senda que lleva a Aguilar. En una hora y media nos toparemos con él, y en unos 45 minutos más, y sin camino marcado, subiremos al alto donde está la ermita. Es uno de los accesos más complicados por lo escarpado del sitio y la falta de senda. Incluyo las coordenadas de la ermita de San Saturnino.

Latitud: 42º 19' 35,45'' N
Longitud: 0º 23' 15,11 E
Huso UTM: 31
Coordenada X: 284.734,08 m
Coordenada Y: 4.689.418,92 m

Nivel 18

En un excelente mirador del valle del Ésera, con Cotiella y Posets de fondo, se localiza esta interesante ermita todavía en pie.


La entrada se realiza por un porche sobre el que se asienta una torre con cubierta a dos aguas, ya sin techumbre, que dataría de época posterior. El templo está orientado hacia el este, con ábside semicircular y ventanal descentrado, todo realizado con buenos sillarejos.


En su interior destacan los arcos fajones sobre los que se sustenta la bóveda de cañón. Posee planta de cruz latina con dos capillas en los laterales, una de ellas con su propio altar. La cabecera, como el resto del interior, está encalada, y en el centro se encuentra la imagen del santo titular.


Castillo de Panillo. Panillo

A dos kilómetros de Graus en dirección al Pirineo (A-139) nos desviamos hacia el Valle de La Fueva (HU-V-6441). Una vez rebasado Panillo y en el cruce de Pano y Aldea de Puy de Cinca, dejaremos el vehículo junto a la ermita de la Virgen de la Collada. Desde ahí, y siguiendo las marcas del GR1 llegaremos en poco más de 15 minutos a pie hasta el recinto fortificado.


Se trata del castillo más elevado de la provincia de Huesca, a más de 1100 metros de altitud y dataría de mediados del siglo XI. Históricamente importante para Graus ya que su conquista se gestó desde este recinto. Se compone de los restos de la fortificación formada por una torre circular de unos 10 metros de altura y parte de la muralla hacia su lado este, conservando tres cubos cuadrados a modo de contrafuertes. La torre, además, permite ver una de sus plantas, la que correspondería al almacén.


La iglesia castrense está dedicada a Santa Engracia. Presenta típica nave única con cabecera semicircular, y de la que sólo ha llegado hasta nosotros los muros perimetrales.


Las vistas desde este conjunto son envidiables, con los valles del Ésera, Isábena y Cinca a los pies y los Pirineos como telón de fondo.

Ermita de San Gregorio. Fantova

Para llegar hasta ella tenemos que llegar hasta el castillo de Fantova y continuar hacia la pedanía de Güel. El acceso hasta La Puebla de Fantova se realiza tomando la A-139 y a 5 km. desviarnos a la derecha por la HU-V-9331. Seguiremos hacia Centenera, y a unos 200 metros cogeremos la pista asfaltada que lleva hasta el recinto medieval de Fantova y Güel. Junto al collado que sirve de divisoria entre los valles de Fantova e Isábena sale la pista y luego el sendero que llegan hasta lo alto del monte. Incluyo las coordenadas porque su acceso no es sencillo.


Latitud: 42º 16' 10,28''
Longitud: 0º 27' 4,73''
Huso UTM: 31
Coordenada X: 289.800,66 m
Coordenada Y: 4.682.930,76 m


Enfrentada al castillo de Fantova y en lo alto de una montaña con bellas vistas hacia el Isábena, se localiza esta ermita del siglo XII. Es de nave única con la cabecera mirando hacia el este. El ábside, semicircular, posee una ventana centrada en forma de aspillera, mientras que en los pies conserva una espadaña de un sólo ojo que se encuentra descentrada. Destacan también en el exterior los grandes sillares utilizados en su construcción.


En su interior, la cubierta de la nave es de medio cañón y el ábside de cuarto de esfera. Lo más llamativo es la existencia bajo un arcosolio, en el lateral norte, de un sarcófago.


lunes, 8 de marzo de 2010

Iglesia de Santa María de la Peña. Grustán

Mediante todo terreno accederemos desde Graus por la pista de 5 km. que arranca casi frente a las instalaciones del camping. El sendero GR1, también conocido como Sendero Histórico, une Graus con el deshabitado Grustán en aproximadamente 1 hora y 30 minutos en ascenso constante.


De grandes proporciones y edificada con buena piedra sillar, data de comienzos del siglo XIII. El ábside con cornisa de sencillos canecillos, las marcas de cantero en algunos sillares, la pequeña torre cilíndrica que alberga las escaleras de caracol para acceder al coro interior y a la torre del siglo XVII, así como el reloj de sol de la misma hechura, le dan aire de obra importante. También está ligada, según las leyendas, a la orden templaria, como la cercana ermita de San Miguel.


El interior destaca por su tamaño y por las pintura que decoran parte de la bóveda absidial y el bajocoro, de obra popular del siglo XVIII. En ellas podemos ver a los "padres" de la Iglesia junto al Espíritu Santo y a los Evangelistas.


Iglesia de San Cristóbal. Erdao

Pueblo deshabitado del valle de Fantova, se localiza a 16 km. de Graus. El acceso se realiza siguiendo la carretera A-139 y desviándose a 5 km. hacia La Puebla de Fantova (HU-V-9331). Una vez ahí hay que coger la carretera de Centenera y antes del antiguo molino, tomar una pista forestal (requiere todo terreno).


La iglesia románico-lombarda que todavía conserva la decoración con arquillos ciegos ocultos bajo la hiedra que rodea todo el cilindro absidial (a simple vista sólo se puede distinguir uno de ellos). El ábside, posteriormente, fue recrecido con unas hileras de ladrillo.


El interior, vacío, es de una sola nave con dos capillas laterales a modo de cruz latina. La cabecera está semioculta tras el retablo y posee pinturas decorativas en la bóveda de cuarto de esfera. A los pies, el típico coro de madera espera la caída de uno de los muros laterales del edificio.

Iglesia de San Pedro. Torre de Obato

El acceso se realiza partiendo desde Graus por la carretera hacia Benasque (A-139) y desviándonos a unos dos kilómetros hacia el Valle de La Fueva (HU-V-6441). 200 metros más arriba tomaremos el desvío a la derecha que hay junto a un hotel. En 3 km. más llegaremos a nuestro destino.



Edificio del siglo XIII, aunque modificado y ampliado con capillas laterales en el siglo XVIII, conserva su planta típica y su cabecera absidial. El templo es de nave única rematado con ábside semicircular, ya no oculto por la sacristía gracias a la restauración sufrida hace unos años. A los pies se adoso un bonito pórtico bajo la torre campanario. Destaca significativamente la pequeña ventana de doble derrame que exteriormente es un arco cuya luz es característica de las tracerías góticas.


El interior, enlucido, sólo es visible en la zona absidial y, centrado en él, el ventanal polilobulado del que antes hablábamos. La nave está ligeramente apuntada marcando ese románico tardío.

domingo, 7 de marzo de 2010

Iglesia de San Miguel. Graus

Localizada a extramuros de la antigua villa amurallada, la iglesia parroquial de Graus se encuentra al final de la calle el Barranco, eje principal de Graus.


Asfixiada por diversas construcciones y ampliaciones posteriores, el origen del templo es románico, aunque ya tardío, sobre el siglo XIII. El estilo románico es visible al exterior en la cornisa de canecillos, algunos decorados, que recorren parte de los muros y en la portada de arquivoltas de medio punto.


En su interior la bóveda de la nave central se encuentra ligeramente apuntada por esa acusada cercanía al próximo estilo arquitectónico. El ábside semicircular fue suprimido y se adosaron capillas góticas en los laterales, además de la capilla del Santo Cristo en el siglo XVIII.

Iglesia de San Martín. Torruella de Aragón

El acceso se realiza desde La Puebla de Fantova. Antes hemos tenido que tomar la A-139 en dirección Benasque y abandonarla a 5 km. en Las Ventas de Santa Lucía para llegar hasta La Puebla (HU-V-9331). Una vez ahí se continúa hacia Centenera, y antes de llegar a esta población, desviarse a la derecha continuando una pista forestal. El despoblado de Torruella se localiza a 18 km. de Graus.


La iglesia se conserva a duras penas, ya que en pocos años se ha derrumbado su cubierta prácticamente la totalidad de su ábside. Fechada en el siglo XII conserva un arquillo ciego lombardo decorando la cornisa del ábside semicircular. La torre, todavía en pie, corresponde a una remodelación del templo realizada en época modera.


En su interior se pueden observar los arranques de las bóvedas del hemiciclo y de la nave.

Ermita de Lumbierre

Escoltando la entrada al congosto de Olvena junto a Castro, se localiza esta ermita que posiblemente sea el único resto de un asentamiento medieval. Su acceso a pie es bastante complicado, pero se realiza en poco tiempo dejando el vehículo en la N-123 cerca de la presa del embalse.



Se trata de una construcción románica del siglo XII de la que se conservan los recios muros perimetrales además del ábside semicircular, no así su cubierta. Llama la atención la espadaña que mira hacia el embalse de Joaquín Costa o Barasona oteando las montañas de los Pirineos.